Agronomía

Agronomía

viernes, 7 de mayo de 2010

La agricultura permitió mayor densidad de población que la economía de caza y recolección por la disponibilidad de alimento para un mayor número de individuos. Con la agricultura las sociedades van sedentarizándose y la propiedad deja de ser un derecho sólo sobre objetos móviles para trasladarse también a los bienes inmuebles, se amplía la división del trabajo y surge una sociedad más compleja con actividades artesanales y comerciales especializadas, los asentamientos agrícolas y los conflictos por la interpretación de linderos de propiedad dan origen a los primeros sistema jurídicos y gubernamentales.
Algunos de los mayores avances tenconlogicos de la agricultura se da a lo largo de la Edad Media en la cual surgen importantes innovaciones tecnológicas que aportarán algunos elementos positivos al trabajo de los campesinos. El arado de ruedas y vertedera se incorporó a lo largo del siglo XI en las regiones del norte de los Alpes, mientras que la zona mediterránea seguía vinculada al arado romano. Otra novedad será el yugo frontal y los herrajes de los animales, destacando el papel del caballo en numerosas regiones. Los molinos de viento e hidráulicos evitarán muchos esfuerzos a los labriegos, al igual que los progresos en el rastrilleo o trillo y la incorporación de un nuevo tipo de hoz. La rotación trienal será una importante novedad. La tierra se divide en tres zonas que se dedican respectivamente a cultivos de invierno, de primavera y barbecho, lo que aumentará la producción y la hará más diversificada. La cría de ganado también tendrá un importante papel en la vida campesina. A pesar de los progresos, la agricultura medieval manifestó siempre signos de precariedad debido a su bajo rendimiento y su estrecha dependencia a las condiciones naturales.
Las principales innovaciones en la agricultura medieval fueron:
El uso del arado pesado con ruedas,
El uso del caballo
La introducción de la rotación de tres campos por cosecha para remplazar la antigua rotación de dos campos.
Estos cambios causaron un crecimiento, tanto en la variedad como en la cantidad de cosechas, en aquel momento tuvo efectos importantes en la dieta de los europeos.
La agricultura moderna depende enormemente de la tecnología y las ciencias físicas y biológicas. La irrigación, el drenaje, la conservación y la sanidad, que son vitales para una agricultura exitosa, exigen el conocimiento especializado de ingenieros agrónomos. La química agrícola, en cambio, trata con la aplicación de fertilizantes, insecticidas y fungicidas, la reparación de suelos, el análisis de productos agrícolas, etc.
Las variedades de semillas han sido mejoradas hasta el punto de poder germinar más rápido y adaptarse a estaciones más breves en distintos climas. Las semillas actuales pueden resistir a pesticidas capaces de exterminar a todas las plantas verdes. Los cultivos hidropónicos, un método para cultivar sin tierra, utilizando soluciones de nutrientes químicos, pueden ayudar a cubrir la creciente necesidad de producción a medida que la población mundial aumenta.
Otras técnicas modernas que han contribuido al desarrollo de la agricultura son las de empaquetado, procesamiento y mercadeo. Así, el procesamiento de los alimentos, como el congelado rápido y la deshidratación han abierto nuevos horizontes a la comercialización de los productos y aumentado los posibles mercados.

La introducción de determinados genes en los genomas vegetales fue realizada por primera vez en Europa en 1974, en la Universidad belga de Gante, por un equipo de científicos bajo la dirección del biólogo Joseph Schell. Para ello se usó la bacteria Agrobacterium tumefaciens, que habita en la tierra y suele penetrar en los vegetales a través de hendiduras, y producir protuberancias tumorales. La bacteria introduce parte de su propio ADN en el genoma de la planta infectada mediante un anillo de ADN propio, definido como plásmido-ti, obligando a su anfitrión a seguir la nueva información genética. Así la célula esclavizada empieza a producir alimento para la bacteria, al tiempo que crece y se convierte en una masa tumoral. Los científicos belgas adoptaron a la mencionada bacteria como vehículo ideal para su experimento; eliminaron regiones virulentas del plásmido y pegaron en él nuevos genes elegidos, con lo que insertaron estos genes en el ADN de la planta y de éste pasaron a su descendencia. Se experimentó con la planta del tabaco, a la que incorporaron genes procedentes de un conejo. La planta transmitió este gen a otras plantas de tabaco aunque el gen permaneció inactivo, o, en lenguaje científico: «no se expresó».
Además de la transferencia de genes, un segundo problema de la transformación genética es la activación de los genes, lo que técnicamente se conoce como «expresión». Schell y su colega Montagu consiguieron en 1983 que los genes transferidos se activasen en otras generaciones. Para esto los mencionados científicos construyeron químicamente los llamados «conectadores» o «promotores», sustancias que se inyectan en la planta antes de realizar la transferencia y que actúan en el genoma del vegetal.
El plásmido-ti solo actúa en los vegetales de la clase de las dicotiledóneas, como el tabaco, el tomate y la patata; en cambio es ineficaz en las plantas monocotiledóneas, como las gramíneas, por lo que hasta hace poco no parecía haber posibilidades de transformar genéticamente a los cereales. Pero en la actualidad esto ha cambiado: en 1987 tres institutos diferentes consiguieron insertar con éxito ADN ajeno en los protoplasmas del arroz, trigo y maíz.
La investigación en el sector agrícola parece haberse disparado. A finales de 1985, diversos científicos de la multinacional química estadounidense Monsanto informaban a la prensa que habían conseguido insertar un gen en el tabaco y la petunia, a través del cual éstos mostraban una resistencia total al herbicida Glifosato (comercializado bajo el nombre de «Roundup»), elaborado por la misma firma. A principios de 1987 la empresa belga «Plant Genetic Systems» anunciaba asimismo que había hecho resistentes las plantas del tabaco, las patatas y el tomate al poderoso herbicida de la firma Hoechst a base de fosfinotricina y comercializado como «Basta».
Según los científicos implicados en la investigación genética agrícola, prácticamente todos los cultivos pueden ser transformados de este modo, y es muy probable que antes de que acabe la década existan cultivos gigantes y plantas cuyas hojas serán venenosas para los insectos que las ataquen. Se habla ya de la posibilidad de diseñar el tipo de planta que se desee en computador y luego, mediante las técnicas combinadas de cultivo de tejidos en laboratorio y la transformación genética, hacerla realidad en pocas semanas.

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